El empresario teatral Carlos Rottemberg hizo un análisis sobre la temporada teatral que viene en el marco de la situación económica que vive el paÃs. Decidió hablar de una temporada “cauta” en su columna para el diario Perfil que reproducimos:
“En el año 2000, se vendÃan en los rubros teatro y música (en CABA) dos millones de entradas. En 2001, el número cayó a 1.300.000. Desde 2002 en adelante comenzó a crecer, para llegar en 2005 a los dos millones de cinco años antes. De 2006 a 2011 subió la demanda hasta los tres millones al final de ese perÃodo, cantidad que llegó para amesetarse hasta 2015 inclusive.
Si a estos datos duros de venta de boletos se los comparara con las distintas etapas polÃticas y económicas del paÃs, observarÃamos que hay una simetrÃa con el contexto general. Una especie de termómetro social medido en algo tangible como lo es la suma de bordereaux auditados por la entidad de empresarios teatrales y musicales. En el presente año, los datos conocidos indican una caÃda constante desde abril, similar a la mayorÃa de las actividades comerciales.
Asà como el teatro siempre acompañó las épocas, tiene a su vez particularidades como cualquier otro rubro especÃfico, variables propias. La principal es el acertar o no en el gusto del público. Siempre habrá éxitos y fracasos, aquà y en el mundo, sin depender de la coyuntura general. Por eso es importante medir la macro de la actividad completa y no por los humores de cada protagonista, con una u otra mirada dependiendo de su boleterÃa. Un ingrediente recurrente es el valor de las entradas. El teatro privado resulta de alto costo para muchos espectadores, a la vez que colisiona como valor insuficiente para quienes tienen que solventar el riesgo. En perÃodos de bolsillos con menos poder de compra se multiplican esos embudos, que desembocan coyunturalmente en menos compañÃas y salas cerradas.
Defino como “cauta†la temporada que se iniciará en 2017 a efectos de ser prudente. Es notoria la baja de tÃtulos estreno con que empezará enero, resultado de menos producciones a la hora de apostar. Esa caÃda llega después de comprobarse una baja en la demanda previa. Con la misma lógica, en épocas de reactivación también tarda más en traducirse en carteleras jugosas.
Recuerdo las temporadas de mis inicios, más de cuarenta años atrás, en una incipiente Carlos Paz con algún tÃtulo boyando en algún cine devenido en teatro de verano, y en Mar del Plata, cuna de un puñado de elegidos que hacÃan grandes recaudaciones. Eran pocos y se repartÃan lo que habÃa, que era suficiente. En esa lÃnea, es probable que en 2017 el promedio per cápita de espectáculo sea mejor que en la temporada pasada, por el simple hecho de la retracción de la oferta en escenarios, lo que incluye algunos sin programar.
En relación con esto último hay dos posturas a elegir: la mesa teatral más acotada, como sucederá este verano, o con más comensales, aun a riesgo de que algunos queden con hambre. En lo personal prefiero lo segundo: me gusta la mesa ampliada, lo que acarrea más propuestas artÃsticas como menú para el espectador y más fuentes de trabajo directas o indirectas que el teatro provoca.
Desde lo económico, esta actividad tiene rebote en otras colaterales. El teatro impulsa la cultura, la entrecruza con el esparcimiento familiar y es vehÃculo económico que traspasa a sus propios interesados. Por eso ya desde los años 50 datan leyes impositivas de fomento general para este menester.
En la interna del barrio teatral la cautela comenzó antes de conocerse la disminución del consumo de 2016. Algunos anunciamos en 2015 que la aparición de la promocionada Ley del Actor, más negativa por las falsedades y ofensas con que fue presentada que por su costo económico real, lograrÃa hacer mella en el ánimo de varios. Nuestra actividad, si bien está reglada por números, más lo está por el respeto entre sus hacedores. Cuando eso se rompe, ya no es lo mismo hacer teatro. Y, aunque parezca menor, afecta y mucho el fogonear cotidiano en este tipo de actividades cuya materia prima somos seres humanos. Debe quedar en claro que no se discuten aquà los derechos de acceso a la seguridad social de los actores, los mismos que no se exigen cuando éstos laboran en ámbitos públicos. Un despropósito que se inscribe como desigualdad en una profesión artesanal que, mal que les pese a algunos, es distinta a otras industriales. No diferenciar eso es no conocer de qué se trata. Llamar cauta a la temporada teatral que se iniciará en enero deja abierto el camino para definirla durante el año según el rumbo que tome.
El corazón guarda el anhelo de procesos de mejoras y crecimiento para toda la ciudadanÃa, hacedores de teatro incluidos.
La cabeza, por el momento, detecta que en el teatro de la vida viene ganando el drama sobre la comedia”.
*Empresario teatral, dueño de las salas Multiteatro, Liceo y TabarÃs, y en Mar del Plata de América, Atlas, Mar del Plata, Neptuno, Bristol y Lido.
Carlos Rottemberg