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A los 65 años murió Pocho, la pantera

Nadie lo conocía como Ernesto Gauna, para todos era Pocho y su apodo “la Pantera” y con él se identificaba para marcar siempre energía, vida, picardía y alegría para todos los que lo rodearon y para todo su público.
Pocho nació en Recoleta, Capital Federal, pero se crió en la provincia de Córdoba y fue en 1991 con “El hijo de Cuca” que se convirtió en “El rey de la Cumbia”. El cancer de pulmón pudo más que él y se lo llevó finalmente en este martes 1 de noviembre.
“Comencé a cantar a los cinco años en todas las fiestas del colegio. Mi viejo me enseñó a tocar la guitarra dado que él era muy conocido de Eduardo Falú y Margarita Palacios, por ende en mi casa siempre había música. Mi madre fue bailarina del elenco del Chúcaro y también era locutora en Radio Nacional. Así que cada artista que pasaba por la radio, se hacía amigo de mis viejos y todos caían en casa. Ahí se armaban unas peñas bárbaras con vino y empanadas. Tengo el recuerdo de mi madre, que como era actriz de comedia, siempre se destacaba en esas fiestas.  Ya a los 16 años en Córdoba, comencé a escondidas a cantar en el cabaret Life en las calles Sucre y Colón. Hasta que un día me “cachó” mi viejo y yo le confesé que quería ser artista de verdad. El me entendió y me dijo que me bancaba unos meses en Buenos Aires y que después todo dependía de mí. Y ahí fui”, contaba Pocho y así reflejó en su momento su vida para un diario de Pergamino.
Cómo haces para reinventarte cada tantos años?

Yo soy un “Guerrero de la Luz”, al igual que todos. Cada vez uno va a prendiendo más y se da cuenta de que sabe menos. Yo no me preocupo por lo que hace el otro, yo siempre me focalizo en la línea que tengo trazada en mi vida y por ahí voy. Yo me busco todo el tiempo y siento como una voz que me indica que tengo que reciclarme todo el tiempo para poder seguir en este rubro y para poder seguir viviendo. Yo le saco el jugo a lo que Dios y la Naturaleza nos ha regalado y es “la razón”. Eso no nos salió un mango y si no lo utilizamos, somos unos giles.

¿Cómo llegó el Evangelio a tu vida?




En el año 94 llegó la palabra de Dios a mi vida. Es más, yo soy tocado por el Espíritu Santo, que de todos los espíritus, “es el más groso”. Y llega a mí a través de otro amigo con el cuál estábamos en el mismo “palo” y un día me trajo un “papelito”, que yo creía que contenía cocaína y yo lo leí, y había una frase del Evangelio que decía algo como “yo soy Jesús, yo soy tu amigo y te quiero”. No sé que me pasó que comencé a llorar y no podía parar y desde ese día nunca más me acerqué a la droga.

¿Te sentís cómodo tocando la música bailantera?

Mira, yo en realidad vengo del rock. De hecho mi apariencia tiene que ver con eso. Yo soy más Elvis Presley, que Riqui Maravilla. Pero la cumbia me ha dado y me sigue dando de comer. Es más, yo soy conocido gracias a El hijo de Cuca, Me dicen la pantera y varios éxitos más que tienen que ver con la bailanta. Pero tengo muchos amigos rockeros, Charly García, Pedro Aznar, Fito y la verdad que mucho no me “calienta” la crítica de la prensa. Ellos no me dan de comer. Igual hoy en día ya no estoy para seguir en la carrera de la cumbia. Ya no estoy para esos trotes.

¿Qué opinas de la música que se escucha hoy?

El éxito no se discute. Te puede gustar o no lo que suena, pero un grupo o solista que está en la cresta de la ola, no se puede discutir. Si querés podemos hablar de si es buena o no la música que se oye, pero nadie cuestiona un éxito. Sin ir más lejos, cuando yo estuve número uno por más de dos años, recibía muchas críticas y muchos elogios, pero yo me llené de guita. A tal punto que un día la persona que me ayudaba con las finanzas, me trajo el extracto de mi cuenta y tenía un millón de dólares. No lo podía creer. No me había dado cuenta de la cantidad de guita que había hecho hasta ese día.

¿Cómo te resarciste con la vida?

El evangelio me ayudó mucho. Me fui a Australia a estudiar teología, aunque allá me di cuenta que no quería dejar todo. Entonces volví y comencé a predicar la palabra de Dios. Yo sabía perfectamente que era un Testimonio en persona. A mí no me importaba nada nadie, hacía “bardo” donde iba, me gastaba un montón de guita en “merca” y me agarraba a trompadas con quien fuera. Me peleé con muchos amigos, pero gracias a Dios me desperté y decidí cambiar. Lamentablemente hoy tengo un pasado al que no se lo deseo a nadie, una historia real que hubiese querido cambiar. Aún tengo unos cuantos años por delante de los que quiero aprovechar para sembrar y cosechar nuevos amigos, para vivir en paz con mi mujer y seguir tocando música hasta que me muera en un escenario.

 

 




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