“Después de muchos dÃas de no saber qué hacer, decidà hablar..para que todas nos animemos a hablar”, escribió Malena Guinzburg y lejos de su habitual stand up lleno de humor e ironÃas, sobre todo alrededor de ella misma, contó un fuerte episodio de violencia de género. Uno más. Malena tomó coraje y este es su relato sobre el mismo periodista que estuvo con Carolina Aguirre:
“Esta semana, por primera vez en mi vida, llamé a la lÃnea 144. La lÃnea de ayuda y contención a las mujeres que sufren o sufrieron violencia de género. Un llamado que no hice en el momento, hace casi un año.
En ese entonces no denuncié porque ni siquiera estaba segura de si lo que habÃa sufrido era eso: “violencia de géneroâ€. Hoy sé que sÃ.
Yo también, como muchÃsimas otras, tuve una historia con el mismo que Carolina Aguirre denunció en su columna hace una semana.
Nos habremos visto 4 o 5 veces. Enseguida supe que era un psicópata. Pero lo sabÃa por comentarios de gente que lo conocÃa. Conmigo era encantador. Me hacÃa sentir especial, me decÃa que me amaba. Que con las otras no sentÃa lo mismo que conmigo. Me costaba creer que a la segunda vez de vernos ya le pasara todo eso. Pero era un discurso que tenÃa muy bien ensayado. Aún sabiendo que me mentÃa, yo dudaba. Hasta que se empezó a poner oscuro.
No me pegó, ni amenazó con matarme pero fue muy violento fÃsicamente.
No le importó que yo llorara y le pidiera de todas las maneras posibles que parara. Ni que intentara frenarlo como sea.
En un momento me di por vencida y dejé de luchar, quieta. Sólo pude esperar a que terminara, sabÃa que tarde o temprano me iba a soltar.
Cuando lo hizo, corrà al baño llorando. Me quedé encerrada ahà un rato, pensando qué hacer.
Me calmé, salà y agarré mis cosas para irme. Me pidió por favor que no lo hiciera. Me dijo que no me querÃa hacer sufrir, que no entendió. Después se contradijo diciendo “bueno, un poco me di cuenta, pero me dejé llevar. Pensé que era parte de un juegoâ€.
Un juego es algo en el que los que participan lo hacen porque quieren, están de acuerdo. Yo no lo estaba.
Me pidió perdón y me dio un abrazo. Como si me protegiera.
Me quedé a dormir ahÃ, con miedo y sintiéndome horrible. ¿Por qué no me iba? ¿Por qué dejaba que me abrazara si yo lo odiaba? ¿Por qué yo me querÃa tan poco? Al otro dÃa se lo conté a unas pocas personas, pero minimizando los hechos, por si volvÃa con él. No querÃa que me juzgaran.
Por suerte no lo vi más.
Hace dÃas que me pregunto si decirlo públicamente o no. Escribà y borré mil veces el relato de lo que me habÃa pasado, con más detalle, con menos. Intenté pensar en otra cosa, distraerme, pero no puedo.
Nos da vergüenza contar que alguien abusó de nosotras. Como si tuviésemos la culpa. Muchas veces se estigmatiza a la vÃctima. Me pregunto qué gano y que pierdo con hacerlo. Por qué exponerme. Me da miedo. Me imagino el morbo que puede generar y entonces prefiero callarme.
Pero cuando veo que somos un montón de mujeres a las que les pasó algo asà y no nos animamos a hablar, siento que tengo que hacerlo, que es una responsabilidad.
Lo hablé con mucha gente que me quiere, pidiendo un consejo. Todos me dicen lo mismo: “Hacé lo que sientas que te haga mejor, acá estamosâ€. Bueno, me hace mejor contarlo.
Ojalá todas nos animemos a hablar. Y ojalá nos crean.”